Oscar a la contracultura

Elibeth Eduardo
Creo que una vez le leí a Alfonso Molina que la Academia a cargo de la entrega del Oscar tenía la (muy) curiosa costumbre de no premiar lo que mejor hace su industria, lo cual es un desliz tercermundista curioso para Los Ángeles.
¿A que se refería? Bueno, cuando la Academia premia películas como El Paciente Inglés, por ejemplo, que está más cerca del Hollywood de los años 50 que del que produce El Hombre Araña, toda la zaga de Duro de Matar o Terminator, Bad Boys o el mismo Caballero de la Noche, de alguna sutil manera admite que el cine que producen sus estudios no es el que ellos consideran de calidad.
Aunque no recuerdo la premiación que ocasionó tal reflexión de Molina, la misma me vino a la mente frente al éxito de Slumdog Millionaire frente a opciones realmente estadounidenses y apreciadas por el público como el ya mencionado Caballero de la Noche o El extraño caso de Benjamín Button…que no he visto pero de la cual he recibido estupendos comentarios que superan largamente el protagonismo de Brad Pitt.

El guión vale mas de un Oscar
Creo que alguien me mencionó que había que ver Slumdog M… porque había ganado varios premios, venía de un buen director y era única…
Y llega, pues, el momento difícil: no entiendo por qué se le dió el Oscar a la mejor película a Slumdog Millionaire… Más allá de que, probablemente, sea el mejor guión de los presentados este año aunque no he visto (ni veré) a todas las nominada para saberlo con certeza.
Como en el caso de Sospechosos Habituales, Fargo o Sexto Sentido (guardando todas las distancias posibles) es claro que nos encontramos en la ganadora del Oscar con un guión tan, tan, TAN bueno que supera la prueba de fuego de ser absolutamente predecible. Hasta el casting contribuía a hacer predecible el final de, por ejemplo, Salim.

Vale destacar que los niños actores merecían – cada uno – su respectivo Oscar porque, en realidad, son ELLOS los que hacen la película, especialmente el que interpreta a Salim, uno de los personajes más odiosos, conmovedores y trágicos que he visto en mi vida. Por él lloré al final de la película, recordándome el sentimiento que me ha producido siempre El Retrato de Dorian Gray: ver con dolor el justo castigo de un villano que, sin ser inocente, no es del todo culpable del horror en que la vida lo convirtió.

Oscar a la templanza
Todo lo dicho anteriormente debería dejar claro que no puedo decir que la película no me gustó. Por el contrario, encontré admirable que, en medio de un ambiente tan terrible, lograra casi ser una comedia y que los temas duros y complejos que aborda (injusticia e indiferencia depravada de las autoridades frente a actos brutales, conflictos religiosos y las mafias que abusan de los niños de la calle, por sólo comenzar a enumerar) se dejarán colar sin escándalo ni posturas de reproche o hipocresía.
Además, que el héroe sea quien siempre actuó bien, con malicia pero sin maldad y que siempre privilegió lograr lo que se proponía sin importar las dificultades inherentes a ese logro describe, sin duda, al HÉROE (así, en altas) de todos los tiempos.
La templanza, decencia y perseverancia se imponen a pesar del pequeño detalle de ser y vivir como paria, en el país que inventó esa casta.

Oscar a la miseria
Llegamos al punto que casi puede pasar desapercibido, tanto por aquellos a quienes les encantó la película como a las que no les gusta: el protagonismo absoluto de la más atroz y dolorosa miseria. Sí, sin Mumbay y el horror de sus barrios marginales (pobres o bajos es poco decir) la película no tendría mayor mérito.

Sí, el gran valor de la película es mostrarnos, sin asco, hipocresía ni amarillismo la pobreza extrema, hiriente, brutal e inexorable en sus más mínimos detalles, como si fuera un documental pero logrando, insospechadamente, casi una comedia que… como los mejores exponentes de este género, esconde detrás de cada personajes dramas humanos profundos y universales.
Sólo esto habla de un talento narrativo indiscutible… y explica mi sorpresa frente al premio obtenido en Estados Unidos por una película que no es solo casi que anti-hollywood sino, también, absolutamente anti-estadounidense.

No porque en ese país no haya pobreza extrema, matones y capos de barrio o gente soñando un golpe de suerte que cambie su vida: es la forma de desearlo, de enfrentar la vida y el destino lo que resulta absolutamente diferente. De hecho, el personaje más «occidental» es musulmán practicante y se redime antes de su muerte.

Quienes apreciamos las películas en las que las ciudades son fundamentales (The Italian Job, por ejemplo) no podemos dejar de admirar al señor Boyle por su audacia y valor al elegir a la antigua Bombay como escenario.
Y, si bien podría verse como una oda al tercer mundo, quisiera creer que no hay mayor pobreza en el mundo que la que esa película expone aunque sé (con dolor) que debe haber cosas mucho peores.
No es Slumdog Millionaire una película para los amantes del cine ligero, 100% entretenimiento. Tampoco para todos aquellos que detestan que la marginalidad y los marginales les recuerden su existencia al pasar frente a sus ojos: prefieren ver cosas que desean y nunca van a tener que la suerte que tuvieron al nacer en la casa que nacieron, lejos de la miseria y el hambre.
Finalmente Slumdog Millionaire no es tampoco para quienes – como yo – tienen memoria eidética (fotográfica) porque hay imágenes que, sin duda, los (y me) acompañarán por el resto de la vida, sin que puedan hacer nada por evitarlo o suprimirlo.
No es, pues, apta para todo público y, reconozco que creo que no hubiese lamentado para nada no haberla visto nunca…

De hecho, el personaje más «occidental» es musulmán practicante y se redime antes de su muerte.

Quienes apreciamos las películas en las que las ciudades son fundamentales (The Italian Job, por ejemplo) no podemos dejar de admirar al señor Boyle por su audacia y valor al elegir a la antigua Bombay como escenario.
Y, si bien podría verse como una oda al tercer mundo, quisiera creer que no hay mayor pobreza en el mundo que la que esa película expone aunque sé (con dolor) que debe haber cosas mucho peores.
No es Slumdog Millionaire una película para los amantes del cine ligero, 100% entretenimiento. Tampoco para todos aquellos que detestan que la marginalidad y los marginales les recuerden su existencia al pasar frente a sus ojos: prefieren ver cosas que desean y nunca van a tener que la suerte que tuvieron al nacer en la casa que nacieron, lejos de la miseria y el hambre.
Finalmente Slumdog Millionaire no es tampoco para quienes – como yo – tienen memoria eidética (fotográfica) porque hay imágenes que, sin duda, los (y me) acompañarán por el resto de la vida, sin que puedan hacer nada por evitarlo o suprimirlo.
No es, pues, apta para todo público y, reconozco que creo que no hubiese lamentado para nada no haberla visto nunca…

Oscar a la esperanza
Sí, Slumdog Millionaire se cuenta (junto a buena parte del cine francés o al de Polanski) entre el buen cine… que prefiero no ver porque es terriblemente doloroso para mí superar la impresión que me causa. El mal sabor que me dejan en la boca.Sin embargo, frente a las imágenes dolorosas, me viene otro recuerdo a la mente: Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato y uno de los libros que cuento como mis favoritos… pero que me siento incapaz de releer… porque las emociones desagradables que me despierta son demasiado intensas.
Es el mismo caso con Slumdog… Pero, así como luego del aterrador y magnífico «Informe sobre ciegos» viene un capítulo anticlimax que permite bajar la intensidad de la emoción y sentir esperanza es, justamente, este elemento el que intento recordar de la película del señor Boyle.
En lugar de la miseria atroz, el que la gente y los niños puedan reír y sobrevivir a ella. Frente a la indefensión y la injusticia; la amistad y la familia como consuelo y refugio permanente. Frente a la violencia y la traición, el perdón y la redención.
Frente a la miseria en todas sus formas, la esperanza… ni siquiera de que la suerte me toque a mí sino a uno de los míos… de los que son como yo…porque, entonces, la esperanza es posible y está al alcance de cualquiera.
Un país lleno de millones de pobres rodeando pequeños televisores viendo como alguien que conocían (o, no) los representaba a todos ellos es la imagen más dolorosamente conmovedora y bella de esa película.
Nunca entenderé si Hollywood premió lo que ellos son incapaces de hacer. Pero, quisiera creer que es esa escena así como el conmovedor recuento (al final) de los momentos más intensos de la vida de Jamal lo que premiaron los jueces.

Con lágrimas en los ojos, al igual que yo.

Sin embargo, frente a las imágenes dolorosas, me viene otro recuerdo a la mente: Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato y uno de los libros que cuento como mis favoritos… pero que me siento incapaz de releer… porque las emociones desagradables que me despierta son demasiado intensas.
Es el mismo caso con Slumdog… Pero, así como luego del aterrador y magnífico «Informe sobre ciegos» viene un capítulo anticlimax que permite bajar la intensidad de la emoción y sentir esperanza es, justamente, este elemento el que intento recordar de la película del señor Boyle.
En lugar de la miseria atroz, el que la gente y los niños puedan reír y sobrevivir a ella. Frente a la indefensión y la injusticia; la amistad y la familia como consuelo y refugio permanente. Frente a la violencia y la traición, el perdón y la redención.
Frente a la miseria en todas sus formas, la esperanza… ni siquiera de que la suerte me toque a mí sino a uno de los míos… de los que son como yo…porque, entonces, la esperanza es posible y está al alcance de cualquiera.
Un país lleno de millones de pobres rodeando pequeños televisores viendo como alguien que conocían (o, no) los representaba a todos ellos es la imagen más dolorosamente conmovedora y bella de esa película.
Nunca entenderé si Hollywood premió lo que ellos son incapaces de hacer. Pero, quisiera creer que es esa escena así como el conmovedor recuento (al final) de los momentos más intensos de la vida de Jamal lo que premiaron los jueces.

Con lágrimas en los ojos, al igual que yo.

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